¿Cuántas veces has deseado poner la vida en pausa y disfrutar del momento? ¿Cuántas veces nos hemos visto atrapados en un remolino por lo rápido que va el mundo? ¿Quién pisó el acelerador para que el mundo fuera tan rápido?
Me presento, soy Enrique, uno de los fundadores de hechoconfe.com. Llevaba tiempo con muchas ganas de compartir cómo este proyecto me ha abierto los ojos al pensar en el tiempo, ése que a nosotros nos devora y que parece haberse parado en los Conventos.
Ya han pasado casi 4 meses desde que nos pusimos manos a la obra y empezamos a trabajar en la comercialización de la repostería artesanal por internet. Nuestra idea era digitalizar aspectos muy anclados en el pasado y hacerlo de forma diferente, permitiendo el acceso desde toda España, algo complicado hasta el momento si no vives cerca de los conventos o no puedes venir a visitarlos. Pasadas las primeras semanas y tras los muchos agobios del periodo navideño, he vuelto la mirada hacia las Hermanas y comprendido que, hasta en este proyecto, nos hemos visto inmersos en la velocidad de la vida, en un torbellino de exigencias, prisas y estrés que chocaba de frente con la realidad conventual. Afortunadamente, ahí estaban ellas parando en seco nuestras prisas y abriéndonos los ojos.

Cuando hablo con las hermanas o las visito para recoger los productos que elaboran con tanto cuidado, me doy cuenta de que allí el tiempo es diferente, todo es más lento, más sosegado y reflexivo, hasta la forma de hablar es distinta, más calmada… Y eso a mi me da mucha envidia, la verdad. Ellas están instaladas en la delicia detrás de la lentitud. ¿En qué momento nos volvimos tan locos aquí fuera? Echo la vista atrás y cuando yo era niño esto no iba tan rápido, lo echo de menos. Detenerse un momento. Observar y no sólo mirar. Escuchar y no sólo oír. Inhalar profundo y percibir los aromas… A nuestra ajetreada vida le hacen falta estos ritmos.
Desafortunadamente, en nuestra sociedad, la palabra “lento” tiene muchas veces connotaciones negativas. Intentemos romper esta asociación. Vivir lento no significa hacer las cosas mal ni de manera irresponsable, significa estar en armonía incluso con nuestras tradiciones. En los últimos años se ha puesto muy de moda el slow living ante el vértigo de nuestras culturas y, curiosamente, propone un consumo sin impacto, preferentemente orgánico, local y no procesado. ¡Las Hermanas son unas pioneras!
Quizás la globalización y la irrupción de Internet en todos los aspectos de nuestras existencias nos hizo más impacientes, y consumir todo más rápido, hasta nuestra propia vida. Así, todos nos tuvimos que subir a ese coche que acelera sin parar y del que es muy difícil bajarse. Vivimos y trabajamos a una velocidad a la que nunca antes lo habíamos hecho. ¿Es necesario vivir tan rápido? A esa pregunta, lamentablemente, no sé responder, pero estoy seguro que seríamos un poco más felices y disfrutaríamos y aprovecharíamos la vida si levantamos el pie del acelerador.
Enrique F.
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